Soñador de sueños nacido en mi época ¿por qué debo
esforzarme en enderezar lo torcido? Me basta con que mi susurrante rima golpee
con un ala ligera el portal de marfil contando un cuento que no importune a los
que residen en la región de los sueños, arrullados por el candor de un día vacío.
La muchacha continuaba siendo exactamente la misma. Marcharon todos juntos hacia el mar, hablando y riendo. Sally iba tan tranquila como siempre la había visto, dulce y reservada. No intentaba hablar, pero tampoco evitaba el hacerlo.
Philip no salía de su asombro. Estaba seguro de que el incidente de la víspera la habría trastornado y en lugar de esto se encontraba con que parecía como si no hubiese sucedido nada. ¿Habría sido un sueño?
Schopenhauer señala que cuando uno llega a una edad avanzada y evoca su vida, ésta parece haber tenido un orden y un plan, como si la hubiera compuesto un novelista. Acontecimientos que en su momento parecían accidentales e irrelevantes se manifiestan como factores indispensables en la composición de una trama coherente. ¿Quién compuso esa trama? Schopenhauer sugiere que, así como nuestros sueños incluyen un aspecto de nosotros mismos que nuestra conciencia desconoce, nuestra vida entera está compuesta por la voluntad que hay dentro de nosotros. Y así como personas a quienes aparentemente sólo conocimos por casualidad se convirtieron en agentes decisivos en la estructuración de nuestra vida, también nosotros hemos servido inadvertidamente como agentes, dando sentido a vidas ajenas. La totalidad de estos elementos se une como una gran sinfonía, y todo estructura inconscientemente todo lo demás... el grandioso sueño de un solo soñador donde todos los personajes del sueño también sueñan ... Todo guarda una relación mutua con todo lo demás, así que no podemos culpar a nadie por nada. Es como si hubiera una intención única detrás de todo ello, la cual siempre cobra un cierto sentido, aunque ninguno de nosotros sabe cuál es, o si ha vivido la vida que se proponía.
—Pero, Tom... Green Lawn Park todos los domingos, las flores y.. La Farge tuvo que sentarse. El chico se le acercó y le tomó la mano. La mano de Tom era cálida y firme.
—¿Estás realmente aquí? ¿No es un sueño?
—Tú quieres que esté aquí, ¿no? -El chico parecía preocupado.
Se agitó ante el colgante de gaviotas y peces voladores que pendía encima de la cuna. [...] A continuación cerró los párpados y se relajó poco a poco, sumiéndose en un mundo de sueños sin mácula.
Y, sin embargo, media entre nosotros una distancia tan grande como las olas invisibles de un océano sin límites. ¡Cuán lejana e inaccesible es para mí! El esplendor de su belleza la rodea de un halo de luz; y a veces creo que no la he visto jamás…, que no existe…, que todo esto es un sueño.
—Ya has superado tus miedos, si quieres podemos intentarlo de nuevo y hacer que vivas el mejor de los sueños, con dinero, con amigos, con Sofía... o con la chica que se te atonje. Solo tienes que pedirlo
—No quiero soñar más.
El proceso mental que me anima a poseer una idea de ustedes [...] es paralelo al mecanismo por medio del cual soy capaz de concebir a alguien inexistente y de darle vida por medio de palabras —de ideas, con las que a fin de cuentas todos hemos sido modelados—. Podemos afirmar, con el bardo, que estamos hechos de la misma materia de los sueños siempre y cuando no olvidemos que los sueños también están hechos de retazos —a veces significativos, a veces inconexos— de ideas.
Caballos apenas concebidos, ni realidad ni metáfora. Mas yo los oigo incansables —como la sangre arrebatada en un cuerpo sin sombra— ir de acá para allá buscando las orillas de un sueño ya imposible.
Caballos sin nadie que los sueñe.
de El levitador y su vértigo (Calambur Editorial, Málaga, 1999)
mi cama tiene la prueba de que no existo sino en sueños
y mi peso que se tiende en ella como si flotara
respira para que bailen los dioses de la noche,
fantasmas varios y alucinaciones de la insomne duermevela,
cada noche jardín distinto o variado infierno
Y todo esto, que en el tren le había parecido extraordinario, pero posible, verosímil y hasta divertido, sintió que se iba convirtiendo conforme ella lo relataba en una cómica sucesión de disparates, como esos sucesos perturbadores, como esas ideas geniales que se nos ocurren en sueños, y que al verbalizarlas se diluyen en el aire o dejan al descubierto su condición de gilipollez.
En otro orden de cosas, me he despertado hace un rato de una siesta tardía. Soñaba que iba corriendo por New York, conocía a alguien que llevaba un ridículo vestido a rombos fucsias y negros sin una manga que discutía con los barrenderos y nunca había oido Nine Inch Nails. Recuerdo vagamente racistas antihispanos, peleas, aventurillas y movidotas varias.
Se preparó un segundo café que disipó definitivamente las brumas del sueño, y luego pensó en dejarle una nota a Olga. «Debemos reflexionar», escribió, y luego tachó la fórmula y escribió: «Mereces algo mejor que yo.»
Ocurre con las ciudades como con los sueños: todo lo imaginable puede ser soñado pero hasta el sueño más inesperado es un acertijo que esconde un deseo, o bien su inversa, un miedo. Las ciudades, como los sueños, están construidas de deseos y de miedos, aunque el hilo de su discurso sea secreto, sus reglas absurdas, sus perspectivas engañosas, y toda cosa esconda otra.
En tanto uno se limite a escribir poesía o ficción su sueño del Edén es cosa suya, pero tan pronto se aventura a escribir crítica literaria, la honradezrequiere que lo explicite a sus lectores.
me acostumbro al hedor del puerto,
me acostumbro a la misma mujer que invariablemente masturba,
noche a noche, al soldado de guardia en medio del sueño de los peces.
—Si es un sueño no quiero que nada me despierte
—decías con El ángel que nos mira en la mano
y corriendo bajo la lluvia— decías
la tormenta es un tigre,
el tigre tiene un movimiento de árbol
que va entrando en la noche.
Nosotros tenemos sueños. ¿No es acaso toda la vida un sueño? O más exactamente: ¿Hay un criterio seguro para distinguir entre sueño y realidad, entre fantasmas y objetos reales? —El pretexto de que lo soñado tiene menos vivacidad y claridad que la intuición real no merece consideración; porque hasta ahora nadie ha puesto las dos cosas una junto a otra para compararlas, sino que solo se puede comparar el recuerdo del sueño con la realidad presente.
[...] ellos escuchaban mudos, inmóviles como el enfermo húmedo de fiebre que descubre el camino del sueño en la respetuosa aceptación del insomnio, en la más atenta contabilidad de las gotitas de un caño mal cerrado.
La siguiente secuencia podría haber sido un sueño. Un hombre con mi cara se comía un yogur en una fábrica siderúrgica; las instrucciones de empleo de las máquinas herramienta estaban escritas en turco.
Cuando la realidad hace añicos mis sueños, lo que hago es desinflarme y gruñir mientras dura el primer golpe, y luego ponerme a reunir otra vez los añicos y a tratar de pegarlos pacientemente, estúpidamente.
Probablemente son recuerdos soterrados que generan la curiosa suprarrealidad que se ve en los sueños. Pero tal vez sea algo diferente, algo nebuloso y misterioso, a través de lo que, en sueños, paradójicamente, todo aparece con mucha mayor claridad. [...] ¿Qué clase de teatro es éste en que somos escritores, actores, tramoyistas, escenógrafos y público, todo en uno? En la travesía de los espacios oníricos, ¿hace falta más o menos entendimiento del que uno se lleva consigo a la cama?
Though you're miles and miles away
I see you every day I don't have to try
I just close my eyes I close my eyes
We'll always be together
However far it seems
Lo curioso es que, si alguien dijera de mí que soy “un soñador”, me daría fastidio. Es absurdo. He vivido como cualquiera o más. Si hoy quiero hablar de los sueños, no es porque no tenga otra cosa que contar.
Me produce una tremenda ansiedad saber si en la habitación del hotel, al igual que en la casa de mi hermano, aparecerá a medianoche una cuadrilla de zancudos a romper mi sueño, a crispar mis nervios, a obligarme a encender la luz y a ponerme en estado de alerta para detectar el zumbido y atacar a palmadas a esos miserables zancudos que me han hecho la vida imposible.
Si es verdad que lo que yo pudiera contar de Celama es casi lo mismo que lo que pudiera recordad de un sueño, o de un mal sueño para ser exactos, no parece mal destino que sea la sugerencia del sueño la primera que me sobreviene cuando pienso en Celama como escenario.
Sus cabellos, cortados a la moda, habían sobrevivido muy bien al sueño. Los llevaba, por suerte para el espectador, partidos en el centro—. ¡Oh, he soñado algo horrible! —añadió, incorporándose un poco.
Soñé, pues,
que regresaba
a la pobre realidad.
Pero como esta parte de mi sueño
es idéntica a mi mundo
no puedo saber
si la estoy viendo de verdad.
Amor, amor,
vuélveme a besar
y miénteme con un «te quiero».
Soñar, soñar.
¿Imaginas, Vera, que no hubieras muerto? Se deja mecer un instante por la tentación de ese sueño que de ser cierto, lo sabe bien, tendría mucho de pesadilla [...]
Casi todos los seres vivos son pequeños y pasan muy fácilmente desapercibidos. En términos prácticos esto no siempre es malo. No podrías dormir tan tranquilo si tuvieses conciencia de que tu colchón es el hogar de casi dos millones de ácaros microscópicos, que salen a altas horas de la noche a cenar tus grasas sebáceas y a darse un banquete con todos esos encantadores y crujientes copos de piel que desprendes cuando te mueves en sueños.
El mundo no es nada. Lo que de verdad es importante no lo olvidas nunca. De esto me di cuenta más tarde, cuando empecé a envejecer. Claro, todo lo secundario, todo lo accesorio desaparece, porque lo echas por la borda, como los malos sueños. No me acuerdo del regimiento —repite con terquedad—. Desde hace algún tiempo solamente me acuerdo de lo esencial.
Cuando despertó, seguía sin saber nada de Dublín, pero tenía la extraña certeza absoluta de haber estado paseando por las calles de esa ciudad durante largo [...]
Había un orden completo en la noche.
Entonces se volvió más lenta, torpe, sosa. Quería acostarse, pero no tenía ánimos para levantarse y entrar en la casa. Seguía frisando una fase inestable del sueño. Se le resbaló el codo del brazo del sillón y se despertó con un sobresalto. Después todo fue diferente, una pugna.
—¿Qué soñaba usted?
—Ah, bueno —contestó tal vez desorientado—. Había por medio una película de dibujos animados de Porky. —Señaló la tele—. Se mete en los sueños, ya se sabe. Aparato infame.
Podrías enamorarte de mí, consultar con mi comecocos, esconder un magnetófono en mi dormitorio, comprobar de qué hablo desde dondequiera que esté cuando sueño.
I offer you that kernel of myself that I have saved, somehow —the central heart that deals not in words, traffics not with dreams, and is untouched by time, by joy, by adversities.
A la mañana siguiente, cuando sonó el despertador, le dieron ganas de no abrir los ojos y seguir soñando. El sueño tenía que ver con una granja. Y también había una cascada. Alguien, no sabía quien, caminaba por la carretera llevando algo. Tal vez fuese una cesta con la merienda. No era un sueño inquietante. En él parecía existir una sensación de bienestar.
Finalmente, se dio la vuelta y apagó el despertador. Se quedó tumbado un rato más. Luego se levantó, se puso las zapatillas y fue a la cocina a poner café.
La necesidad de ensueño, el deseo de ser dichoso merced a aquello con que se ha soñado hacen que no sea menester mucho tiempo para que uno confíe todas sus probabilidades de felicidad ala que pocos días antes no era más que una aparición fortuita, desconocida, indiferente.
Las altas torres, los bellos palacios, los templos solemnes, todo el globo en realidad, todo ello terminará por disolverse y como una pantomima insustancial no dejará el menor rastro. De la misma sustancia que los sueños estamos hechos y nuestras pequeñas vidas terminan con un sueño.
No –me respondió el pintor– cuando un alma tiende al ensueño, no hay que apartarla de él ni dárselo con ración. Mientras desvíe usted su alma de los ensueños se quedará sin conocerlos y será usted juguete de mil apariencias, porque no ha comprendido usted su naturaleza. Si se estima que soñar un poco es peligroso, lo que cure no habrá de ser soñar menos, sino soñar más, el pleno ensueño. Es menester que conozcamos muy bien nuestros ensueños para que no nos duelan; hay una separación de la vida y el ensueño tan útil de hacer, que muchas veces me digo si no se la debiera practicar preventivamente, por si acaso.
La morada que yo reconstruyera en las tinieblas se iba en busca de las moradas entrevistas en el torbellino del despertar, puesta en fuga por ese pálido signo que trazó por encima de sus cortinas el dedo tieso de la luz del día.