—¿Qué soñaba usted?
—Ah, bueno —contestó tal vez desorientado—. Había por medio una película de dibujos animados de Porky. —Señaló la tele—. Se mete en los sueños, ya se sabe. Aparato infame.
Podrías enamorarte de mí, consultar con mi comecocos, esconder un magnetófono en mi dormitorio, comprobar de qué hablo desde dondequiera que esté cuando sueño.