domingo, 26 de septiembre de 2010

Milan Kundera: La insoportable levedad del ser (1985)

Tardó un rato en comprender que no conocía a aquella muchacha [...], que era la muchacha de un sueño, que no era de ninguna otra parte.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Marcel Proust: En busca del tiempo perdido, I. A la sombra de las muchachas en flor (1919)

No –me respondió el pintor– cuando un alma tiende al ensueño, no hay que apartarla de él ni dárselo con ración. Mientras desvíe usted su alma de los ensueños se quedará sin conocerlos y será usted juguete de mil apariencias, porque no ha comprendido usted su naturaleza. Si se estima que soñar un poco es peligroso, lo que cure no habrá de ser soñar menos, sino soñar más, el pleno ensueño. Es menester que conozcamos muy bien nuestros ensueños para que no nos duelan; hay una separación de la vida y el ensueño tan útil de hacer, que muchas veces me digo si no se la debiera practicar preventivamente, por si acaso.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Marcel Proust: En busca del tiempo perdido, I. Por el Camino de Swann.

La morada que yo reconstruyera en las tinieblas se  iba en busca de las moradas entrevistas en el torbellino del despertar, puesta en fuga por ese pálido signo que trazó por encima de sus cortinas el dedo tieso de la luz del día.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Marcel Proust: En busca del tiempo perdido, I. Por el Camino de Swann.

Y una vez que el novelista nos ha puesto en ese estado [...] en el que su libro vendrá a inquietarnos como nos inquieta un sueño, pero un sueño más claro que los que tenemos dormidos, y que nos durará más en el recuerdo, entonces desencadena en nuestro seno, por una hora, todas las dichas y desventuras posibles, de esas que en la vida tardaríamos muchos años en  conocer unas cuantas, y las más intensas de las cuales se nos escaparían, porque la lentitud con que se producen nos impide percibirlas.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Paula Varela: Peces nocturnos

te despertás, al fin,
en la noche de tu propia existencia
y disfrutás de la calma y la lucidez
mientras, imperceptiblemente,
se acercan los peces libres por el cielo
y comienza, otra vez, a nevar sobre tu boca.