Sin embargo, sería agradable poder estar sentado de nuevo con usted en uno de los escalones de mármol de la espumeante Escalera Española, comentar los sueños y la realidad, tomar luego juntos un vermut en el Café Greco. Ahora, en mi soledad, me persiguen con frecuencia los sueños y yo quisiera obtener, de forma laica, la respuesta a una pregunta impropia que no es posible plantear en la buena sociedad. La pregunta reza: ¿No es posible pensar que tal vez, a pesar de todo, exista el alma?
Carta dirigida a su antigua amiga, Zsuzsa, el 4 de octubre de 1988