Sus pasiones no conocían límites; su libertad no encontraba trabas.
Pero se ahogaban bajo el amontonamiento de los detalles. Las imágenes se difuminaban, se enturbiaban; no podían retener sino algunas briznas de ellas, desvaídas y confusas, frágiles, obsesionantes y estúpidas, empobrecidas. No eran ya una continuidad total, sino cuadros aislados; no una unidad serena, sino una fragmentación crispada, como si esas imágenes no hubieran sido nunca sino reflejos muy lejanos, enormemente oscurecidos, centelleos alusivos, ilusorios, que se desvanecían apenas nacían, polvos: la irrisoria proyección de sus deseos más torpes, un impalpable polvo que cubría flacos esplendores, jirones de sueños que jamás podrían asir.
Pero se ahogaban bajo el amontonamiento de los detalles. Las imágenes se difuminaban, se enturbiaban; no podían retener sino algunas briznas de ellas, desvaídas y confusas, frágiles, obsesionantes y estúpidas, empobrecidas. No eran ya una continuidad total, sino cuadros aislados; no una unidad serena, sino una fragmentación crispada, como si esas imágenes no hubieran sido nunca sino reflejos muy lejanos, enormemente oscurecidos, centelleos alusivos, ilusorios, que se desvanecían apenas nacían, polvos: la irrisoria proyección de sus deseos más torpes, un impalpable polvo que cubría flacos esplendores, jirones de sueños que jamás podrían asir.